Ficción de Terror Cotidiano 23   Corriendo por su vida



Publicada originalmente en: Corriendo por su vida

El rostro pálido y desencajado del hombre que corría por su vida, era producto de la escases de oxígeno, que se incrementaba a cada zancada que daba, tratando de huir de los ocho o nueve perseguidores que querían matarlo. La calle parecía más larga y empinada, que en otras de las miles de ocasiones que la había caminado, desde hace más de sesenta años, como haciéndose cómplice de su muerte. Siempre llevaba un sombrero cubriendo la cabeza y botas de cuero protegiendo sus pies, pero éstas, ese día, parecían inadecuadas para escapar del grupo que lo estaba acechando. El hombre corría intentando sostener su sombrero en la cabeza con la mano izquierda, mientras con la derecha sostenía sus pertenencias. El grupo perseguidor era instigado por otro hombre de aproximadamente sesenta años, al cual le costaba también correr a pesar de llevar zapatos deportivos y quien llevaba toda una vida odiando al hombre del sombrero. Le gritaba a los más jóvenes, para que alcanzaran a su víctima y la hicieran caer, de forma que todos los demás le pudieran dar alcance y le aplicaran el violento castigo que tenían en mente, después de muchos años de ser un vecino incómodo y abusivo.
El hombre del sombrero, acostumbraba llevar consigo siempre un machete corto, con el cual amenazaba indiscriminadamente a cualquiera, cuando había bebido licor o simplemente estaba de mal humor. Corrían rumores que había matado a varias personas y en la comunidad se le tenía miedo. Pero ésta vez había traspasado el límite, después de tomar algunas copas de licor en la única cantina de la comunidad había intentado propasarse, con la hija adolescente del dueño de la mayor tienda del sector, quien en ese momento dirigía esta cacería, corriendo tras el precariamente. Cuando el padre de la muchacha se dio cuenta, de que el hombre del sombrero había tocado indecentemente a su hija, salió a reclamarle y el agresor lo amenazó con el machete. El tendero tenía mucha influencia en la comunidad, ya que además de tendero era prestamista, así que más de la mitad del pueblo le debía dinero. Ese día estaban cerca de la tienda un grupo de jóvenes que se habían juntado para jugar futbol, algunos llegaron caminando pero otros venían al juego en motocicleta. Cuando el tendero se enfrentó al agresor de su hija a gritos, llamó la atención del grupo de jóvenes, quienes se acercaron para ver que sucedía.
Empezaron a rodear al hombre del sombrero y este al sentirse acorralado decidió huir, pero antes le lanzó un machetazo a la cara al tendero. Este pudo, a duras penas, esquivar el golpe lanzándose al suelo hacia un lado, pero el ataque encendió la ira de todos los presentes. Uno de los jóvenes había sufrido una fractura en la pierna, por lo que utilizaba muletas para caminar, pero era parte del grupo que acompañaba a los demás jugadores, fue el primero en reaccionar, apoyándose en una sola muleta le lanzó al agresor un golpe con la otra muleta, lográndole pegar en la nuca. Este golpe hizo que el hombre del sombrero, cuando empezó a correr se topara contra una poste de luz en la esquina de la tienda. Esta acción alentó a los demás, que buscaron piedras para lanzarlas al hombre del sombrero. Este corrió en dirección a un barranco cercano para buscar salvarse, pero los jóvenes le dieron alcance pronto y le lanzaron piedras, algunas de gran tamaño. Sin embargo los proyectiles no dieron en el blanco y el hombre siguió corriendo y esquivando golpes. El grupo creció pronto y se unieron dos jóvenes en motocicleta que le dieron alcance, al fugitivo, unos metros más adelante y le atravesaron los vehículos para obligarlo a detenerse. El hombre del sombrero, logró esquivar a uno corriendo sobre la acera de la cuadra, pero el otro subió su motocicleta a la acera y le cerró el paso. El fugitivo lanzó golpes con su machete corto, lo que le ayudó a seguir avanzando en su desesperado intento de escapar, en ningún momento dejó que su sombrero cayera al suelo. Esta carrera por su vida, había hecho que su corazón latiera a la máxima capacidad y su respiración fuera agitada, pero insuficiente para darle el oxígeno a su cerebro, así que empezó a tropezarse y a caminar erráticamente. En ese momento ya no volteaba a ver hacia atrás, como para no perder ni un valioso segundo. Pero la turba seguía tras de él cada vez más furiosa. No parecía que fueran a dejarlo escapar esta vez, como otras en que se habían conformado con golpearlo para darle una lección. Ya no sentía los efectos del licor o por lo menos no sentía el adormecimiento en las extremidades, que suele ocasionar el ron al ser bebido en grandes cantidades. Ahora estaba su cuerpo lleno de la adrenalina, que lo mantenía corriendo aún con el poco oxígeno que conseguía sus pulmones hacían llegar a su cerebro, para salvar la vida.
Miraba a todos lados con la esperanza de que apareciera alguna autoridad, para detener esta persecución o alguien conocido para ayudarle a defenderse. Lamentaba estar tan lejos de su casa, donde siempre guardaba un antiguo revolver cargado, que le serviría muy bien en ese momento de angustia. Sin embargo, el momento crucial de la persecución se dio cuando uno de los perseguidores le dio alcance y le lanzó una patada lateral a la cintura. Con esto el hombre de sombrero perdió el balance y cayó hacia un lado, soltando en su caída, el machete que constituía su última defensa. Extrañamente no cayó su sombrero al suelo, como aferrándose a su propietario. En pocos segundos la turba llegó hacia donde estaba sentado de lado, con las manos apoyadas en el suelo intentando ponerse de pie. Nunca miró a la cara a sus victimarios, solo miraba el suelo y murmuraba algo ininteligible. Los gritos de la gente no permitieron escuchar lo que decía. Pronto empezaron a caer piedras y palos en la espalda y la cabeza del hombre. Este se fue debilitando aún más y dejo de intentar ponerse de pie. Uno de los perseguidores, le quiso quitar el sombrero para poder pegarle en la cabeza con las piedras que habían recogido, pero el hombre hizo un último movimiento de defensa, que asustó al joven y a otros de sus victimarios. Después de eso se fue recostando por un lado, quedando con un brazo arriba de su cabeza y otro abrazando su propio abdomen, como una posición de descanso final. Los golpes y piedras siguieron cayendo en la cara, el tronco y las extremidades inclementemente.

Su respiración fue haciéndose casi imperceptible, la sangre emanaba por todos lados, pero esto no hacía que la turba parara de patearlo e insultarlo. El tendero le deseaba que se fuera al infierno, para pagar por todos sus abusos. También gritaba que en la comunidad, ya no se iban a tolerar personas indeseables ni delincuentes. En algún momento el hombre de sombrero dejó de existir, pero los golpes siguieron por un rato más, tal vez para estar seguros que se había hecho justicia popular. Pero la golpiza se detuvo súbitamente cuando alguien de la multitud, que se juntó en pocos minutos, gritó que venían las autoridades de la comunidad a poner orden. Sabían que podían ser acusados por la muerte del hombre, así que los involucrados directamente corrieron, para alejarse del lugar, empezando por el tendero quien había sido el principal instigador. Las autoridades constataron que el hombre había muerto, así que pidieron una sábana blanca a una mujer que vivía enfrente de donde había terminado la persecución. Esta la dio de mala gana y con la sabana blanca se cubrió el cuerpo. Las autoridades representadas por un policía y un miembro de la alcaldía, hicieron algunas preguntas, pero sin mayor interés, sabían la clase de persona que había sido en vida, el hombre del sombrero. Cuando llegaron los bomberos hicieron una revisión de signos vitales y certificaron el deceso. Cubrieron otra vez el cuerpo y colocaron el sombrero encima, sobre la sábana blanca, lo que hacía que desde lejos resaltara la imagen de la prenda de color negro con adornos verdes y blancos. La sabana era muy corta por lo que solo cubrió parcialmente el cuerpo dejando de fuera las botas negras con adornos grises, con las que la víctima había intentado correr en vano, para salvar su vida.
#JESEmprendimiento
 

 

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