Una tarde en el Spa



Una tarde en el spa. Lograr que ella se encendiera no era difícil para Daniel Versatti. Lo difícil era que ella dejara por un lado la culpabilidad y otros prejuicios que le dictaba el corazón respecto a esta vida de amantes, que llevaban desde hacia varios meses.  Ese viernes, de esa semana en particular, el estrés, el cansancio y la alta temperatura de su vientre, lograron por si mismos, lo que de otra forma, habría tomado mas tiempo y esfuerzo, aun para el experimentado Daniel.  La invitación fue simple, «Te invito a una tarde en el spa».  Ella fingió no entender de qué se trataba la invitación y aceptó deseando que Daniel tuviera preparado algo especial que la hiciera vibrar, como solo él sabía.

  El spa, no era más que una habitación de hotel, con una enorme cama como principal mobiliario y un baño con jacuzzi. El tratamiento consistía en amarla y provocar sus avalanchas de placer, hasta que ambos olvidaran que tenían otra vida, fuera de esa habitación.  Daniel no perdió el tiempo, desde el primer momento se dedicó a desvestirla, llevarla en brazos al jacuzzi, bañarla, restregarla, desaguarla y secarla.  La envolvió en una enorme toalla blanca, y la recostó suavemente en la cama. Ella hizo un último intento de resistirse, pero cada célula de su cuerpo, ansiaba las tibias caricias y los húmedos besos de Daniel.  Estos no se hicieron esperar, tampoco el sexo. Después de cinco minutos, ella ya había tenido por lo menos tres orgasmos suaves y uno fuerte.   Pero el ataque continuaba, inclemente, las posiciones variaban a cada poco.  Las promesas de amor y entrega abundaban en un ambiente donde los gritos de placer de cada orgasmo de ella, se escuchaba por todo el hotel.  El paroxismo estaba próximo, Daniel se revolvía sobre el cuerpo de ella, empapándola con sudor y saliva, mordiéndola con fuerza, para mezclar dolor y placer.  Ella anticipaba el orgasmo de Daniel y lo deseaba para culminar esta inolvidable experiencia. 

El orgasmo llegó y el placer alcanzó su máximo nivel para ambos.  Estuvieron revolviéndose entre espasmos por un rato más, aun conectados, aun deseándose.  Tuvieron el acierto de descansar, recuperarse y comer un pastelillo, con té frío.  No hablaron mucho, estaban disfrutando demasiado para echarlo a perder con detalles de la rutinaria vida, que afuera de ese hotel les esperaba.

El descanso no podía durar mucho, una caricia, aparentemente casual de Daniel en la espalda de ella, bastó para que ambos se besaran desesperadamente, intentando exprimirle cada segundo al reloj y a la vida.  Esta vez el choque sensual fue mas breve, pero no por ello menos intenso.  Después de una interminable serie de pequeños orgasmos de ella, Daniel inundó su vientre con toda la energía que pudo acumular en ese instante. El resultado fue espectacular e irrepetible. Esta vez descansaron por casi una hora, recostados uno al lado del otro, desnudos, cansados y satisfechos.
Pero ni el reloj, ni la vida dan una tregua tan larga. Llegó la triste hora de la despedida, sin saber que sería la última vez que podrían entregarse uno al otro, de forma tan plena e intensa.

Escrito por: Javier España

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