Noche de Aquelarre Parte 3




 
 
Magnus era un hombre de hábitos muy sencillos, pero bastante estrictos. Uno de ellos era levantarse muy temprano a hacer ejercicio, tomar un desayuno ligero y leer las noticias que se publicaban semanalmente, en el único periódico de la región, El informador semanal, que contaba además de la sección editorial que solía criticar a las autoridades regionales, publicar noticias generales, notas sociales y también algo de publicidad. Esta última sección nunca fue muy grande ya que los pocos negocios establecidos, eran conocidos por la mayoría de los habitantes del área, pero siempre era bueno dar a conocer, a través del periódico, nuevos productos, ofertas o remates de mercadería.
 
Magnus le recomendó a Agnar, que evitara salir a la calle de día, a menos que pudiera disfrazarse y pasar desapercibido, porque seguramente las remdras lo estarían buscando, especialmente en lugares públicos, como mercados, estación de policía, iglesias o en las ferias de comercio que tenían lugar en el pueblo de Romeralia, cada seis meses. Era en estas ferias, que los andaverdinos se dejaban ver en Romeralia, ya que aprovechaban para abastecerse de provisiones en grandes cantidades, siempre pagadas generosamente y casi sin regatear. Esto siempre despertaba la suspicacia entre los Romeralianos, quienes trataban de venderles a precios altos, sabiendo que los andaverdinos, tenían la posibilidad de pagar con oro y piedras preciosas.  Lo que no sabían los Romeralianos, es que los andaverdinos siempre estaban acompañados de remdras guardianas, que se aseguraban de que ningún andaverdino intentara escapar o cometer indiscreciones. Las remdras estaban vestidas de forma discreta, para hacerse pasar como un andaverdino más, pero dentro de su disfraz escondían armas y pociones letales, que estaban dispuestas a utilizar en cualquier momento de peligro.
 
Reconocer a una remdra no es fácil, a menos que se tenga experiencia previa y conocimiento básico de algunas de las características, que no pueden esconder tan fácilmente. Tal vez las dos principales sean, la forma de sus manos y los ruidos que emiten al comer y beber.
 
Siendo sus manos uno de los principales medios para su forma de vida, es común que tanto la forma, la textura, las marcas, el color y la temperatura de sus manos, se vea afectada, diferenciándolas de los rocris. Por ejemplo, un rito común de remdra, es la invocación de las fuerzas de la naturaleza, para lo cual utilizan uno o varios talismanes muy personales y que han sido creados a la medida de cada una de ellas. Para la realización del rito de invocación y para controlar las fuerzas invocadas, las remdras deben sostener firmemente sus amuletos en la mano. De esa forma atraen y alejan la fuerza. Por lo tanto, debido a la manipulación constante de estos amuletos, suelen crear callosidades en partes muy especificas de sus manos, en el área de la palma de la mano y entre los dedos índice y medio, por ejemplo. Algunas prefieren llevar sus amuletos colgando del cuello, pero al manipularlo siempre desarrollan estas marcas en sus manos. Por otro lado el constante manejo de sustancias, para realizar pociones, que suelen estar en diferentes estados y temperaturas, inevitablemente dejan marcas en la piel de sus manos. Pero seguramente la mayor razón para que sus manos se puedan reconocer es el envejecimiento, producto del tiempo que las remdras habitan dentro de un cuerpo. Por estas razones, es común que las remdras utilicen guantes, para ocultar marcas. En cierta época remota, lograron que utilizar guantes estuviera de moda, pero con el tiempo esto ha empezado a llamar demasiado la atención, de forma que muchas remdras han optado por buscar cuerpos jóvenes, para ser habitados, con menor frecuencia. Algunas han logrado disimular las marcas y cicatrices en las manos, por medio de tatuajes, anillos y otros accesorios. Algunas han utilizado hechizos y pociones para retardar el desgaste de la piel y reducir callosidades. Pero, para un ojo entrenado como el de Magnus, las pequeñas imperfecciones en puntos específicos jamás pasaban inadvertidas.
 
Fue por eso, que pudo reconocer a Almarax, la remdra africana que había decidido quedarse en la región, para vengar la muerte de  Armemba, cuando ésta, entró a la tienda de víveres de Magnus, con la supuesta intención de abastecerse, haciéndose pasar como una andaverdina más. Lo que Almarax en realidad hacía era seguir un leve rastro olfatorio, que pudo percibir al pasar frente a la puerta de la tienda. Estaba segura que era fresco y correspondía a Agnar, debido a que había tomado una de las camisas de éste, antes de que la casa de su familia fuera quemada, con todos sus habitantes atados a los pilares centrales, para ser sacrificados, en venganza de la muerte de una remdra y el escape de Agnar del pueblo.  Almarax poseía un olfato privilegiado, desarrollado durante muchos años de cacería en las sabanas y las selvas africanas. Estaba segura de que Agnar había estado en esa tienda, uno o dos días antes, pero no parecía seguir allí. Almarax necesitaba averiguar, si Magnus sabía el paradero del fugitivo o la razón por la cual había huido de Andaliz la Verde, pero no podía levantar sospechas. Así que esa vez, se conformó con comprar algunos víveres, pero al pagar con dos monedas de oro macizo, no pudo evitar que Magnus viera sus manos y supiera que era una remdra.
 
Sin embargo, Magnus disimuló de forma que Almarax, no se dio cuenta del examen visual que el tendero realizó, no solo a sus manos, sino a su indumentaria y facciones físicas, para poderla reconocer en cualquier momento y lugar, que la volviera a ver. Sabia que las remdras son hábiles para disfrazarse y disimular sus rasgos. Además ahora sabía que ya estaban en Romeralia, buscando a Agnar, a quien el día anterior al inicio de la feria, había enviado a la granja de uno de sus hermanos, para que estuviera lejos del pueblo, durante los seis días que duraba la feria de comercio.
 
Almarax estuvo rondando la tienda durante el día, disfrazada de distintas formas, pero Magnus ya la pudo reconocer y estar atento. La segunda vez que entró en la tienda, preguntó si un andaverdino llamado Agnar, había estado en ese lugar el día anterior, ya que no lograban encontrarlo. Almarax describió físicamente a Agnar, al tendero quien, disimuló bastante bien, diciendo que a su tienda entraban constantemente muchos clientes y no recordaba las facciones físicas de todos. Magnus quiso hacer una confidencia a la mujer, diciéndole que para él, todos los andaverdinos lucían igual.
 
Almarax, insistió en algunas de sus características, era alto, joven y de complexión robusta. Magnus fingió recordar a alguien así, que compró unos pocos víveres a diferencia de otros andaverdinos que solían comprar mayores cantidades. Magnus quiso hacer una apreciación personal, indicando que parecía que el joven huía de algo y necesitaba provisiones, como para realizar un largo viaje. Almarax se dio por satisfecha y agradeció la información que el tendero le compartió.
 
Magnus sabia que él y Agnar, tenían poco tiempo antes de que las remdras pudieran seguir la pista de su joven protegido, lo cual pondría en riesgo, no solo al muchacho, sino también a su propio hermano, de forma que no tuvo mas remedio que idear una estrategia de distracción, para darle tiempo a Agnar de ir a un lugar seguro, donde Magnus pudiera darse a conocer como el cazador de remdras que era y además tuviera el tiempo, para extraer toda la información posible de aquel asustado fugitivo, de esta forma podría iniciar la mayor cacería de remdras que la historia reciente hubiera registrado.
 
También necesitaba tiempo, para ponerse en contacto con la hermandad a la que pertenecía, cuyo mayor propósito era localizar y destruir a la mayor cantidad de remdras posibles, para librar al mundo de tan grande maldición.
 
Magnus esperó a que oscureciera en Romeralia, para cerrar su tienda, como lo hacía todo el tiempo, después se dirigió al establo donde descansaba y comía durante el día, su yegua Brumilda, que era el principal medio de transporte, entre su casa de campo y la tienda en el centro de Romeralia. Desde que salió de la tienda, pudo percibir que era vigilado a una distancia discreta. Ya esperaba que la remdra que llegó a preguntar por Agnar, quisiera verificar la historia contada por el tendero. Magnus disimuló ignorar esta vigilancia y se desplazó lentamente hacia el establo y ya montado en su yegua, emprendió el camino hacia su cálido hogar.  Dejó a Brumilda en el establo de su casa y perezosamente se encerró en su vivienda. A los pocos minutos una pequeña columna de humo, indicaba que había encendido la chimenea y seguramente estaría preparándose una cena.
 
Almarax, se acercó sigilosamente hacia la puerta principal y aplicó su olfato buscando señales de Agnar, pero no pudo percibir ninguna. Después fue al establo, donde Brumilda se inquietó ante la oscura presencia de la remdra. Ella la tranquilizó, pasándole la mano por la cabeza, de una forma que solo las remdras cazadoras conocen y que hace que cualquier animal, se tranquilice y quede inmóvil, por muy alterado que se encuentre. La búsqueda de rastros del fugitivo fueron inútiles, por lo que Almarax, se alejó de la casa, pero sin estar convencida aun de la historia del tendero, algo en el comportamiento de Magnus le había parecido demasiado condescendiente. Después se dirigió hacia las dos salidas del pueblo y allí logró encontrar otro rastro de Agnar, lo que confirmó en parte que había seguido un camino en dirección al norte, cerca del mar, lo cual no dejaba de ser extraño. En esa región no habían muelles, como para pensar que Agnar quisiera huir en barco.  Mientras que hacia el sur las posibilidades eran mayores, para encontrar transporte marítimo o terrestre que le permitiera llegar mas lejos. Algo no estaba bien y Almarax, como buena cazadora, lo sabía. Mientras guardaba vigilancia en la casa, envió a un búho hacia Andaliz la Verde para informarle a Burbara de sus hallazgos y proponer que buscaran en la dirección norte, al culpable de la muerte de Armemba. La remdra Burbara, estuvo de acuerdo, así que envió a cinco de sus mejores remdras cazadoras, para acompañar a Almarax en la región norte, mientras otras remdras seguían investigando en otras poblaciones mas lejanas, en el área sur. 
 
Era cerca de media noche cuando llegaron las remdras cazadoras enviadas por Burbara, para apoyar a Almarax. Ella las recibió les pidió que rodearan la casa y estuvieran atentas a cualquier movimiento sospechoso. Mientras tanto ella se hizo acompañar de una de las cazadoras para buscar rastros en los alrededores.
 
Era urgente para Magnus enviar un mensaje a su hermano y a Agnar, para preparar la distracción que les permitiera abandonar Romeralia, sin ser descubiertos por las remdras que inundaban el pueblo en esos días. Para ello contaba con un grupo de palomas mensajeras, amaestradas para volar entre su casa y la granja de su hermano, llevando en su pata un tubo anular que contenía pequeñas piezas de papel enrollado, conteniendo mensajes. Envió la primera, con un columbograma, escrito en una clave que solo su hermano podía entender, indicándole que había llegado la hora de moverse, porque las remdras estaban cerca y estaban en plan de cacería. Sin embargo el vuelo de la paloma, no pasó desapercibido por Elenia, la remdra que estaba oculta en un abeto, cercano a la casa de Magnus, por orden de Almarax. De inmediato envió a un búho, para darle aviso a las demás remdras de el sospechoso vuelo de una paloma. En pocos minutos, las otras tres remdras empezaron a acercarse la casa de Magnus con el objetivo de averiguar si el era quien había soltado a aquella ave y con que propósito. La paloma mensajera, llegó en menos de diez minutos a la casa de Albert, el hermano de Magnus, quien ya estaba esperándola y alertó a Agnar, para que se preparara, porque la acción ya había comenzado.
 
Las remdras sospechaban que pronto otra paloma sería enviada o que podría venir una que trajera una respuesta, así que esperaron antes de irrumpir en la casa de Magnus. Esto le dio al cazador de remdras, el tiempo suficiente, para escapar a través de un túnel subterráneo, que empezaba a la par de la chimenea y tenia una salida muy cerca del rio, disimulada tras un promontorio de piedras. El túnel no era muy ancho, pero permitía desplazarse arrastrándose impulsado por brazos y piernas. Magnus no llevaba muchas cosas, una mochila de cuero, con algo de ropa, un hacha de mano y una pequeña linterna. Se arrastró haciendo el menor ruido posible, ya que sabía que algunas remdras tenían un oído muy agudo. Mientras tanto Albert envió una paloma mensajera, después de esperar por veinte minutos de haber recibido el primer mensaje, esto para darle tiempo a Magnus para salir por el túnel.
 
La paloma estaba amaestrada para entrar por una pequeña ventana, en la parte mas alta de la pared trasera de la casa. Cuando la paloma entró por la abertura, activó un mecanismo de tiempo que pasados tres minutos abriría la puerta de la jaula, donde otra paloma estaba ya lista para salir. Pero esta paloma estaba amaestrada para dirigirse a una dirección distinta de la granja de Albert. Esta paloma era parte de la distracción. Las remdras estaban seguras de haber dado con una pista solida del paradero de Agnar y confirmaron que el tendero era parte de los que protegían al fugitivo.
 
Cuando la segunda paloma ingresó en la casa, tomaron la decisión de invadirla y mientras avanzaban para hacerlo, vieron como otra paloma salía de la casa, esta vez, enviaron a dos búhos a perseguirla, uno se quedaría en el lugar de destino de la paloma y el otro regresaría para informarles de la ubicación.
 
Una fornida y agresiva remdra abrió la puerta de enfrente de la casa de Magnus, de una patada y fue la primera en ingresar. La siguieron otras tres quienes se distribuyeron en las habitaciones de la casa para atrapar al tendero, pero encontraron la casa vacía y no tardaron en descubrir que había un túnel a la par de la chimenea. Pasaron tres minutos desde que irrumpieron en el lugar, cuando otro mecanismo de tiempo, activó una trampa, que consistía en cerrar la puerta de enfrente, para dejar atrapadas a las remdras y después iniciar un fuego cuyo principal propósito era llenar la casa de humo, para asfixiar a las cazadoras, sabiendo que es una de las pocas formas que existen para matarlas. Cuando las cuatro remdras se vieron atrapadas intentaron escapar por las ventanas, la chimenea o el túnel, pero perdieron valioso tiempo, ya que todo estaba reforzado con barrotes de acero y el humo desplazó rápidamente el oxígeno, haciéndolas entrar en pánico, restándoles oportunidades de pensar con calma, para intentar escapar. Pronto perdieron el conocimiento y en pocos minutos murieron asfixiadas, con las manos llenas de golpes y las uñas quebradas, mientras intentaban abrir puertas y ventanas, para poder respirar. Un búho que se había quedado en el abeto cercano, fue quien le contó la escena a Almarax, quien se enfureció y casi pierde el conocimiento por la cólera, cuando el búho que había seguido a la paloma mensajera, le contó que ésta había viajado hacia la tienda de Magnus, donde la remdra sabía que no podía estar escondido Agnar.
 
Fue de esta forma que Agnar pudo escapar esa noche, acompañado de Magnus y Albert, con dirección a la gran ciudad de Bohin, donde se encontraba la sede de la hermandad a la que pertenecían los hermanos cazadores de remdras, donde el joven sería interrogado apropiadamente y si mostraba las aptitudes y actitudes necesarias, podría ser entrenado para ser también él, un cazador. Ni Magnus ni Albert sospechaban que Agnar, no solo se convertiría en el mejor cazador de remdras, sino que llegaría a ser el líder principal de la hermandad.
 
Mientras tanto el odio que Almarax sentía por Agnar aumentó a límites que ni ella creyó posibles. Lamentaba que Burbara se hubiera precipitado al matar a la familia de Agnar, ya que si estuvieran vivos, podrían servir como señuelos o por lo menos para torturarlos y hacerlos sufrir. Juró perseguir a Agnar y a los que le habían ayudado a escapar, hasta el fin del mundo y hacerlos pagar con dolor y muerte. Burbara por otra parte, mantenía una actitud fría y distante a pesar de haber perdido a cuatro de sus mejores cazadoras, ella parecía saber algo que las demás remdras ignoraban. Por ello les pareció inaudito, cuando les anunció que no continuaría con la cacería de Agnar, hasta nuevo aviso. La mayoría de remdras obedecieron aun estando en desacuerdo, pero Almarax fue más allá y desconoció su liderazgo, indicando que regresaría a África para reclutar remdras cazadoras que le ayudaran atrapar al objeto de su mayor abyección.

Escrito por: Javier España
#JESEmprendimiento


¿Sabias que fumar perdió su encanto?

 
A finales de los años 80 hice mis primeros acercamientos al antiguo y últimamente devaluado habito de fumar. Como todo adolescente queriendo parecer mayor y en control de su vida, adopté al cigarrillo como mi bandera de libertad, aquello que me separaba de los niños que aun caminaban sujetandose de la falda de su madre. Tambien dejé que un incipiente bigote apareciera sobre mi labio superior.
 
Con el tiempo fui aumentando la cantidad que consumia, hasta llegar a la cajetilla completa en un dia, que era el limite que mis amigos con mas experiencia, habian alcanzado antes y demostraba nuestro autentico compromiso con el habito. Para ser sincero, no me atrevia en esos dias a fumar enfrente de mis padres y siempre tenia goma de mascar a la mano, para evitar que el aliento a alquitran y nicotina, me delatara. Sin embargo, el mensaje mas fuerte que mi padre me envió respecto a  fumar fue durante una fiesta familiar, que se realizó un dia viernes por la noche. Mientras la familia se divertia cenando y compartiendo un pastel, yo me salí a la calle con mi mejor amigo, al que habia invitado a la fiesta, para fumar un cigarrillo.  Estabamos de lo mas felices, cuando se aparece mi padre y en lugar de regañarme, me pidió un cigarrillo. Me quedé mudo, pero  maquinalmente saqué un cigarrillo con sabor mentol y el encendedor Zippo, que era mi orgullo ante mis amigos, para encendérselo.

No me dijo nada, solo le dió un par de caladas al cigarrillo y regresó a la fiesta. Despues de esa noche, dejé de fumar por varios años, hasta que ya estando en la Universidad retomé el habito, junto con mis compañeros mas cercanos. 
 
Fue en esa epoca cuando llegamos el habito de fumar cigarrillos a un nuevo nivel. Descubrí una marca de cigarrillos mas cara y exclusiva, haciéndome adicto pronto a estos cigarrillos que eran mas pequeños, pero de sabor mas intenso. También aumenté mi colección de encendedores y ceniceros. En ese tiempo tenia mi propio apartamento, así que mis amigos que no tenían donde darle rienda a su habito, llegaban al mío, sabiendo que podían fumar y beber licor sin ninguna restricción. Fue también en esa época, que formé mi primera banda de rock. Los ensayos parecían una película de terror, por la niebla que nos envolvía, ya que por cada canción que escribimos fumábamos dos o tres cajetillas de cigarrillos sin parar. El verdadero desastre venia cuando no teníamos fuego para encender los cigarrillos, ya sea porque se había terminado el gas de mi encendedor o porque no habían cerillas.
 
Eramos capaces de encender fuego con piedras o ir a la cocina  a encender los cigarrillos en la hornilla de la estufa, con tal de no parar de fumar.  Teníamos varios juegos con el cigarrillo, por ejemplo crear una nube espesa que salía de la boca y la aspirábamos por la nariz. También el típico
juego de fabricar aros de humo. 
 
En cierto momento alguien de la banda consiguió habanos cubanos y los llevó a uno de  los ensayos, pero ninguno llegó a disfrutarlo realmente. Fue solo años después, con la ayuda de un amigo conocedor, que pude aprender los secretos de disfrutar un habano, desde que se saca del empaque, se corta, se enciende y se fuma, es decir, se aspira sin dar el "golpe", para luego dejar que el humo genere sensaciones aromáticas en la boca y lengua. Después dejar que el humo inunde la habitación y por supuesto... darse el aire de grandeza, que todo fumador de habanos quiere transmitir.
 
Las fiestas a las que acudimos a tocar y los bares en los que pudimos presentarnos, estuvieron siempre inundados de humo, que se mezclaba muy bien con las luces del escenario. Las chicas se miraban mas atractivas con un cigarrillo en la boca y un tequila en la mano.  Después de hacerles el amor, era un placer extra, quedarnos acostados lanzando bocanadas de humo al techo. Si era un motel buscábamos el que tenia espejo en el techo, para vernos dibujar o al menos tratar de dibujar corazones con el humo de cigarrillo.
 
También íbamos al cine mas barato de adultos, con los amigos, donde poníamos los pies en la butaca de enfrente y fumábamos tantos cigarrillos como pudiéramos durante la película. La penumbra del cine y el constante ruido del proyector, eran el marco perfecto para disfrutar de dos de nuestros más arraigados hábitos.
 
Era una época de libertad y rebeldía.
 
De pronto, un movimiento social empezó a atacar el derecho de fumar en donde a uno se le diera la real gana. Descubrieron que el fumador pasivo sufría daños colaterales en la salud, por inhalación de humo. Ese movimiento fue calando en la sociedad, hasta que se convirtió en la "Ley de espacios libres de humo de cigarrillo", que nos trajo al momento actual, donde es muy difícil encontrar un lugar donde disfrutar tranquilamente de un buen cigarrillo.
 
Para mi el ultimo refugio fue mi automóvil. Mientras aun fumaba, recuerdo cuanto llegué a amar los encendedores de cigarrillos en el automóvil. Era hermoso presionarlo y esperar a que la resistencia se calentara, mientras yo seguía manejando y con un augusto gesto, lo sacaba de la base y lo acercaba sin voltear a ver, al cigarrillo que ya tenia en la boca, para encenderlo, dándole dos fuertes caladas. después dejarlo en su base y todo sin reducir la velocidad. Era alucinante.
 
Dejé finalmente el cigarrillo, cuando me di cuenta que no podía fumarme uno, a no ser que buscara lugares cada vez mas remotos o clandestinos para hacerlo. Hay algunos  bares que se arriesgan a ser multados o cerrados, pero que dejan que los clientes disfruten del ancestral hábito. Pero cada vez son menos.
 
 Así que  decidí que si no puedo disfrutar de algo tan intimo y placentero, donde yo quiera, simplemente no quiero hacerlo.
 
Autor: Javier España-Simon
 
#JESEmprendimiento
 
 
 
 

 

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